Pedro Palomino

 

 

 

CAPITULO 3º.-

Siglo XVII.

No es fácil distinguir si en la crisis de nuestro siglo XVII, influyeron más las epidemias y otras catástrofes naturales, o las continuas guerras que exigía una política exterior ambiciosa. La política belicista estaba en relación con una antigua tradición que exaltaba la figura del Rey, como Jefe Guerrero y al servicio de la fe.
Los reyes españoles del siglo XVII, no tenían ambiciones territoriales, lo que no les evitó el verse envueltos en interminables guerras.


Felipe III, hijo de Felipe II y Ana de Austria, nació en Madrid el 14 de Abril de 1578, subió al trono el 13 de Septiembre de 1598, siendo un soberano muy distinto a su padre, por temperamento e ideología debido a la educación recibida.
Al subir al trono, tenía veinte años de edad, su preparación era casi nula, aunque recibió una buena educación humanística, pero el afán de mando de su padre, le alejó de las tareas de gobierno.
A Felipe III, la misión de gobernar no le interesaba lo mas mínimo y no sorprendió que eligiera a un favorito, sino que la dejación de autoridad llegara a unos límites insostenibles. Así desde el comienzo de su reinado, el monarca puso los asuntos de Estado en manos de su válido Francisco Gómez de Sandoval, que era marques de Denia, descendiente de los Borja, por el apellido Sandoval, era castellano, quien apenas comenzó su mandato, se hizo nombrar duque de Lerma.


Su riqueza no estaba a la altura de su categoría, y de quien fue pobre, y teme volver a serlo, apenas se vio investido con un poder sin límites, lo aprovechó para enriquecerse.
Aisló al Rey, rodeándolo de sus parientes y a los secretarios reales les dejó postergados. Por las buenas o por las malas, todo el personal del Estado, recayó en personas de entera confianza del duque de Lerma, recibiendo su parte del botín en encomiendas, dotes y demás ayudas.
Con el fin de no crear nuevos impuestos, se acuñaron grandes cantidades de moneda de vellón, creando a la larga una gran inflación. Uno de sus caprichos mas costosos, consistió en trasladar la Corte de nuevo a Valladolid, donde estuvo de 1600 a 1606, causando a los vecinos, funcionarios y demás personas, grandes trastornos.
El motivo pudo ser para tener al Rey mas aislado y mas suyo, cerca de Lerma y de su finca “La Ventosilla”, donde se cazaba, se jugaba a las cartas hasta altas horas de la noche, se comía en compañía de algunos de los Jerónimos y otras veces se iban de cabalgada al Escorial.
El pueblo no lo tomaba demasiado mal, ya que este ardía en fiestas, celebrando nuevos patronos y demás actos profanos. Pero el desinterés reinante, no evitaba que los problemas siguiesen existiendo.
En 1609, se firmó la tregua de los “Doce Años”, con los Países Bajos. En 1610, se decretó la expulsión de lo moriscos, perdiendo España trescientos mil súbditos. Esta medida no fue muy popular ya que con su marcha todos perdían.


En 1618, debido al deterioro de la situación política y la crisis económica, Felipe III se vio obligado a sustituir al Duque de Lerma, por su hijo el duque de Uceda, limitándole sus funciones y restándole poder.
El 21 de marzo de 1621, atacado de fiebres, de erisipela y aterrorizado por la idea de que tendría que dar cuenta al tribunal Divino, moría Felipe III, a la edad de cuarenta y tres años y tras ventidos de reinado.

 

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