Pedro Palomino

 

 

 

AÑORANZAS…

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Aquellos tiempos……….  Por: Pedro Palomino

 

 

LA VENDIMIA.

 

La estación mas hermosa en la comarca…es el otoño en la Ribera del Duero, como dice un poeta de estas tierras, “es tibio y delicado, los chopos se revisten de oro viejo y refulgen como candelabros”.

Cuando en esas tardes soleadas de Septiembre, anuncian la llegada del otoño, el campo nos deleita y nos sorprende con sus luces, tonos, colores y los matices más diversos. El  colorido de los chopos y de las vides nos deslumbra nuestra retina.

El perfume que desprende el tomillo, el espliego o el romero, impregna nuestro sentido del olfato en esos paseos del atardecer, por cualquier camino o senda de Mambrilla.

Las viñas, repartidas en pequeñas superficies, tendidas a la solana, los atardeceres cálidos en lo que el silencio de los paseos es roto por el canto de una perdiz, senderos y caminos bordeados de viñedos dorados por el sol.

Cuando por la Virgen de Agosto y San Roque, comenzaban a pintar las primeras uvas y se le sacaba a este último en procesión con un racimo de uvas.

Y el abuelo, ese abuelo, con su chaqueta de pana sobre el hombro izquierdo, para proteger el jarro o el garrafoncillo, se encaminaba a la bodega por el vino para la comida o la cena, y en algún bolsillo de la chaqueta, unas aceitunas o un trozo de queso acompañado de un pedazo de pan, para echar un trago fresco.

En la bodega, se juntaba con otros vecinos y era la hora de compartir y charlar en amena tertulia. De vez en cuando, los mas mayores, se quedaban mirando a alguna nube que aparecía por el horizonte, clavando sus ojos en ella, siempre con la duda y el temor a una tormenta, o a una escarcha;

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-¡Mira que si ahora se malogra la uva!
-Pues anda, que la de hace ocho años !la que nos montó!
-¡Vaya piedras!
-¡Como huevos las más pequeñas!

Peor fue un año antes de la guerra, que estaban las viñas que daba gusto verlas, y de madrugada vino una escarcha y lo fastidió todo.

Y en esta estaban, cuando en la lejanía, se oye la voz del pregonero, daba un bando anunciando las vendimias, y que el Ayuntamiento convocaba a una reunión para arreglar los caminos, que debían estar acondicionados para la vendimia, que estas son muy duras y si les da por llover, los carros se atascan.

Entonces, las gentes del lugar empezaban a pensar en las vendimias, lo primero que había que hacer era sacar los cestos de los pajares, tenadas y almacenes, y el carro…. había que prepararlo, quitando los tableros que se habían empleado para meter la paja, y acondicionarlo para la nueva labor.

Los cestos se ponían a remojo en las pozas de Los Pilones o el Ejido, para que los mimbres recobrasen su flexibilidad y recobrasen vida.

La víspera de las vendimias, se ultimaban los preparativos, se sacaban los cestos del agua y se dejaban cargados en el carro. Se preparaban las “yuntas”, con el macho de varas y el de tirantes o delantero, y las mejores transportaban entre doce y catorce cestos.

En la plaza, en esas mañanas soleadas de septiembre, era familiar encontrar a unos cuantos vecinos que se reunían a charlar, mientras tomaban su copita de aguardiente.

Cuando la uva tenía su mejor grado de madurez, el Ayuntamiento, tomaba distintas medidas, que impedían el libre acceso a los viñedos, incluido a sus dueños. Se nombraba uno o dos guardas de campo, para vigilar las viñas, por otro lado, se nombraban a los “vinadores de puertas”, que se situaban en las distintas entradas del pueblo para vigilar a todo el que venía del campo.
De las viñas, solamente se podían coger uvas, si previamente se sacaba una papeleta en el Ayuntamiento, pagando la cuota correspondiente.

Y las mujeres, por la tarde, se iban a varear los nogales y almendros y se preparaban las viandas, con las que alimentar a los vendimiadores. Al amanecer, se tocaba la campana de la iglesia, era la señal que anunciaba el inicio de la vendimia.

Las mujeres, comenzaban con el trasiego de mover las cazuelas, sartenes y peroles, a encender los fogones para preparar el guiso del día. A eso de las diez de la mañana, algún que otro vendimiador levantaba la cabeza del líneo, haber si veía la silueta de alguna mujer con el cesto del almuerzo. Después del almuerzo, se continuaba con la vendimia, sin que faltaran canciones ni bromas. De pronto, alguien salía corriendo, pasaba alguna moza por el camino que volvía a casa tras haber llevado el almuerzo, como era costumbre no podía faltar un “lagarejo” a ser posible con uvas negras que dejaban buena señal, los mas rudos, las mezclaban con arena antes de restregarlos por la cara a la moza, pero los mas delicados hacían el Lagarejo de una forma mas sofisticada, con una simbólica colgaja y la moza no solía resistirse, si el joven despertaba en ella ciertas simpatías.

Y un nuevo descanso para comer el cocido o asar algunas chuletas de oveja. Después de la comida las mujeres solían ir  a por uvas para guardarlas en el desván para el invierno.

Así se pasaban los días, la vendimia solía durar unos cuatro o cinco días, y al regresar a casa, antes de cenar, los vendimiadores tomaban un tentempié de arenques o escabeche de chicharro o chasca de bacalao, mientras tanto en casa se preparaba el guisado de oveja para la cena.

Allá por los siglos XV y XVI, queda patente la importancia del viñedo, siendo muy abundantes las alusiones a las viñas y majuelos. Había medidas proteccionistas del Concejo que impedían que se introdujeran vinos o mosto foráneos, siempre que quedase vino propio por vender:

“…Hordenaron que ningún vecino de esta villa, ni persona de ninguna condición, no pueda meter en esta Villa: mosto, ni bino, ni uva, si no fuere de su cosecha, sopena de dos ducados de multa, por cada vez que lo trayga para encubar ni bender, si no fuere para beber en su casa, y que si hubiere sospecha, se pueda recibir juramento, y si alguno lo denunciare desta pena, llebe cien maravedíes y lo demás para el Concejo…”.

En los días anteriores a la vendimia, el Ayuntamiento tomaba medidas, todas ellas encaminadas a la protección de la uva, estas eran en su mayoría de carácter prohibitivo, tanto para personas, como animales.

“…Hordenaron que ninguna persona, no pueda andar a casa por viñas, ni poner después que madurase la uba, sino trayendo el perro hatado por las viñas”.

“…Hordenaron que en el tiempo que ay ubas maduras, quando los regidores lo pregonaren quando se suele hacer, echen garabatos y cencerros a los perros, so pena de diez maravedíes a cada uno, y si lo tomare en biñas la guarda, cayga en dicha pena, y si lo tomare su dueño, llebe la pena y sea creydo por juramento, y llebe el binadero desta pena, dos marabedis, y de noche con el doble”.

“…Hordenaron que en el ato de ganado obejuno o cabruno, si antes de pasados los quatro días dichas de dada la rebusca, entrase en las biñas, cayga en pena de doscientos marabedis”

“…Otrosí, que ningún becino sea osado de vendimiar, asta que por consenso sea echada la vendimia públicamente, por pregón, sopena de que cayga en pena de mil marabedis, para el Concejo”.

 

 

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LAGARES Y ELABORACIÓN DEL VINO.

En los días de vendimias, un toque de campana era la señal que avisaba del inicio de la vendimia cada mañana.

Los días previos a la vendimia, comenzaban los preparativos en los lagares, se barrían, se lavaban los tablones y se limpiaban los maderos. Durante estos días, se subían unos cuantos calderos de agua para estos menesteres. Las cubas se limpiaban, primeramente en seco, quitando con un escobón el “moguillo”, posteriormente se echaban unos cántaros de agua hirviendo, y una persona se metía en su interior, comenzando la limpieza. Se daban unas cuantas aguas, se aclaraban, y para quitar el gusto y que el mosto rezumase, se les aplicaba una mano de sebo por dentro. Luego se volvía a colocar la cuba sobre unos tarugos para dejarla aislada de la humedad y poder colocar el “pozal”, cuando se trasegara, quedando de esta forma preparadas para llenarlas de mosto.

En Mambrilla, las bodegas se encuentran escavadas en un montículo, orientadas en su mayoría al Norte, estando situadas en las afueras del Pueblo.

Los carros ascendían lentamente hacia los lagares, llenos de cestos y arrastrados por las “yuntas”, con el macho de varas y el de tirantes.

En el exterior de los lagares, un “poyo” se utilizaba como descargadero, contra el cual reculaban los carros para pesar los cestos. Encajado y bien sujeto a la parad, un palo savia para sujetar la roma, para pesar los cestos, levantándoles con un palo que hacía de palanca, al que llamaban “el pinguele”.

Los lagares eran utilizados y compartidos por varios vecinos, aunque algunos mas carros de uvas o cargas que otros, pagando un tanto por carro y repartiendo el vinos según las cargas que había metido.

El “arromador”, que se contrataba entre gente que sabía de cuentas, se encargaba de pesar y apuntar los cestos con el fin de saber cuantos kilos de uva entregaba cada aparcero, este, al que siempre estaba con un lapicero en la boca o en la oreja, llevaba a cabo lo que se conocía como “el vuelo del arromador”, que consistía en dejar el peso de cada cesto un poco escaso, unos dos o tres kilos por debajo de su peso, para que después salieran mas cantaras de vino y no faltara mosto a la hora de hacer el reparto.

Las uvas que los vendimiadores recogían durante el día, se vertían en el lagar, una vez pesadas, por el “portajón”, descargándolas en la “pila de uvas”, donde eran pisadas para sacar el mosto, removiéndolas los pisadores con una garia. El mosto que fluía de la pila, caía en la “pila del mosto”, por un pequeño agujero, llamado “canillón”, en el que un cesto a modo de filtro, impedía el paso de los granos de uva u otras impurezas

Los lagares, son edificaciones de planta rectangular, con paredes de mampostería o mampostería y abobe. Para prensar la uva se realizaba un trabajo peculiar, “se echaba la viga”. La viga es la pieza que mas llama la atención dentro del lagar, ya que cruzaba todo él, normalmente de madera de olmo, unido a ella se encontraba el “parahuso” o “usillo”, que se introducía en el “pilón”, que era una piedra cilíndrica que colgaba de la viga. El parahuso se sujetaba con dos hembrillas, desplazándose la viga por medio de este, el cual disponía de un orificio, por el que se introducía un palo, para hacerlo girar.

El prensado se realizaba colocando unos tablones en el montón de uva, y en el centro y sobre ellos se construía el “castillo” formado conmaderos que se entrecruzaban hasta alcanzar la altura de la viga, esta, presionada por el peso del pilón, prensaba la uva. Para que la viga trabajara mejor, en el extremo opuesto al “pilón “, se colocaban varios tacos de madera, que tenían como finalidad, facilitar el trabajo de la viga a la hora de prensar, y que esta no se cayera o se desplazara hacia los lados.

Por las mañanas, antes de almorzar, se comenzaba a trabajar el lagar, había que “darle el corte” y “abrir la calleja”, en la parte delantera, y las uvas que se quitaban se tiraban al montón. Cada día se recortaba un trozo, y abriendo calleja en los lados, al tiempo que los vinadores pisaban la uva. De esta forma día a día, el montón de uvas se iba haciendo redondo, con el objeto de que sangrara.

Después se hacía el castillo, que se apretaba para que saliese el mosto. Por las tardes, se quitaba el mosto de la pila para llevarlo a las cubas. Con este vaciado, comenzaba la “mostería”, ya que las pilas se vaciaban lo mas rápido posible, para evitar que el mosto se cubriera o se pusiera tinto, pues la mayoría que se elaboraba, eran claretes.  

Para repartirlo, se “marcaba un carro”, cada carro se calculaba en veinticinco cántaras, y a partir de aquí se hacia el reparto, por carros metidos.

“…por tener como tienen las viñas y maxuelos, ocho mil cepas, de buena calidad de la tierra, se coxeran cada año labrándose como se acostumbra mas de seiscientas cántaras de vino…”.

Se comenzaba a tirar por el cabeza, el mayor cosechero, se envasaba en los “pellejos”, con un “tercial”, llevándolo a las cubas o cubillos en la bodega, llegado este momento se decía…”ya se ha empezado a tirar”.

En las bodegas y cuando se estaba tirando, al tiempo que se llevaba sobre las costillas, el pesado pellejo, por la cabeza de los tiradores, siempre estaba presente el miedo al “tufo”; para detectarlo se acostumbraba a bajar a la bodega con un candil, y si este se apagaba, había que “quemar el tufo”, para lo cual se prendían braseros.

Estos trabajos, comunes en la Ribera del Duero, se realizaban desde antiguo, como lo demuestra un fragmento de un manuscrito de siglo XVII:

“…ziento y ochenta y ocho pellexos que se tiraron de mosto que tocó de los terzios, a catorce maravedis cada uno de la Cilla de Carrascal, de 1702…”

“…pásensele ziento y cuarenta y ocho reales y bentiún maravedís que se gastó y pagó en bendimiar los frutos de las viñas, son: pesarlo, pisarlo, cantarearlo, tirarlo en cubas, lavarlas, echar dos aros en una cuba y pagar a los obreros que se ocuparon de ello…”

 

LAS BODEGAS.

 

Las bodegas, que conformaron la vida de nuestros abuelos, fueron una parte imprescindible de sus quehaceres y vida diarios, en ellas no solo se realizaban las faenas necesarias para elaborar y guardar el vino, sino que la bodega era el lugar imprescindible y presente en cualquier acontecimiento.

En Mambrilla, las bodegas se localizan en las afueras del pueblo aprovechando la ladera de un montículo, formando un barrio peculiar, conocido como “Las Bodegas”. Estas excavadas fuera del casco urbano, representan la tranquilidad, el sosiego y el remanso para charlar de lo divino y lo humano, constituyendo otro pueblo, un barrio mas situado bajo tierra.

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Se carece de datos concretos sobre el origen y construcción de las primeras bodegas, pero la presencia y el cultivo de la vid en la Ribera del Duero están documentados desde la antigüedad:

  • Con la presencia de los romanos, siglo III a.C.        
  • Los pueblos prerromanos, vaceos y arévacos, cultivaban viñedos.
  • En la ciudad romana de Clunia, se han encontrado cerámicas, mosaicos    y esculturas, con diferentes motivos que aluden a la vid y al vino.
  • -En la villa romana de Baños de Valdearados.

 

Desde el siglo IX, pero fundamentalmente a partir del siglo XI, con la consolidación de fronteras en las márgenes del Duero y el comienzo de la repoblación de la comarca, se inicia un cultivo extensivo y permanente de los viñedos, siendo los monjes de Cluny, los cluniacenses, los que contribuyen decisivamente en la implantación de las viñas.

El vino, y el auge del viñedo, viene justificado no solamente por la importancia del vino en la dieta alimenticia, de la familia campesina, o en la comunidad monástica, sino por el crecimiento de la población que experimentan los pueblos de esta zona del Duero, desde mediados del siglo XII.

El terreno en el cual se fueron construyendo las bodegas, era propiedad del Ayuntamiento, y lo es en estos días, siendo los regidores quienes concedían o vendían el terreno que necesitaba cada vecino, para tener su propia bodega.

Su construcción, necesita un subsuelo con una capa arcillosa que haga impermeable el terreno, evitando en todo lo posible, la penetración de las aguas y humedades. La arcilla, cuando se va aireando con el paso del tiempo, se endurece, garantizando la solidez de techos y paredes. Para su construcción, se recurrió al asesoramiento y conocimiento de las personas del pueblo o localidades cercanas de las que se tenía noticia por ser “Aexpertos” en el trazado de túneles y galerías en las mismas.

Ya en silgo XVI, según el tratado sobre “Agricultura General”, escrito por Alonso de Herrera en 1513, indicaba que:

“… Las bodegas son de una de dos maneras, una soterrada, y otra sobre tierra.
La soterrada es de tres maneras: o cavada en peña viva, y esta es mejor. Otras son de tierra cavadas, donde ay una arcilla, o barro recio, y estas son así mesmo muy frías. Toda bodega para ser buena, sea de cualquier hechura que sea, ha de ser de esta manera. Que sea honda, fría y enjuta, oscura, de gruesas paredes….”.

En las bodegas, las bajadas son estrechas y sus escaleras son de piedra, lo mismo que el techo y las paredes, normalmente tras los primeros escalones, hay un pequeño hueco a media altura de la pared, llamado “covacha” que se utiliza para dejar el jarro o los utensilios con los que se solía alumbrar la bodega.

La ventilación de la misma se consigue mediante la “zarcera”, que es un respiradero que arranca desde el techo, hasta alcanzar el exterior, su finalidad es, a parte de ventilar, evitar la concentración de “tufo”, y mantener el vino a una temperatura constante.

En las covachas que se hacían abajo en la bodega, se estacionaban las cubas de mayor capacidad, habiendo algunas que contenían 300 y 400 cántaras, luego estaban los cubillos, estos de menos de veinticinco cántaras. Para hacernos una idea, la cántara tiene una capacidad de dieciséis litros, y es la medida que se utiliza para medir el vino.

Las cubas, las grandes se armaban en el interior de la bodega, siendo estas construidas en su mayoría en madera de roble, las buenas, pero también se hacían en madera de castaño y olmo. Las tablas largas se llaman “duelas”, y tienen la forma de elipse, siendo ligeramente curvadas y sujetándose entre si, mediante aros de hierro; las tablas laterales son planas y están reforzadas con otras, llamadas “dueñas”.

En la parte superior de la cuba, hay un agujero o boca, por la cual se solía introducir una persona para limpiarla, esta boca se tapaba con una tabla cuando la cuba se llenaba de vino. En la panza de la cuba, había un pequeño agujero, que servía para colocar una canilla que servía para vaciar las cubas.

Otro utensilio, era el “pozal”, hecho de madera, que se utilizaba para recoger el vino que salía de las cubas, cuando se trasegaba, a otras mas pequeñas.

Los cuberos, según consta en las “Ordenanzas del gremio de cosecheros de vino de Aranda de Duero”, aprobadas por el Concejo en 1783, para poder ejercer este oficio, el Concejo los sometía a un examen, en el cual tenían que demostrar sus capacidades, como se pone de manifiesto en un documento de 1796:

 

“… pásensele 275 reales que pagó a Jesús Antonio González y Antonio Gómez, Amaestros de cubería, del trabajo que tuvieron en recorrer tres cubas, tablas que metieron, ocho aros que echaron en dichas cubas, sebo y mimbres…”.

Durante la Edad Media y siglos posteriores, el vino mas apreciado y que se consideraba de mejor calidad, era el tinto, utilizándose como moneda para pagar en especie, las rentas, ventas de viñas y otras propiedades rústicas.

La fermentación del mosto suele durar unos quince días, que es el tiempo normalmente de cocción; durante este tiempo las cubas están destapadas y expulsan por su boca una espuma que se va quitando. La elaboración del vino, una vez llenadas las cubas, se realiza en la misma bodega y el vino no salía ya de las cubas, mas que para su consumo o venta.

Se vigilaban las cubas, rellenándose las que habían mermado. Las primeras ventas se solían hacer en la segunda quincena del mes de Diciembre, ya que hay un refrán que dice: “Para San Andrés, el vino nuevo viejo es”. La venta del vino se llevaba a cabo a través del “corredor de vinos”, sin su intervención, era imposible realizar cualquier transacción en la bodega.

Durante el siglo XVII, significativa era la importancia del cultivo del vino, buena prueba de ello es el edicto del obispo de Osma de 1773:

“…. Otra parte hay donde el buen clima sustancia de la tierra, parece es causa se experimente en los naturales la mayor desidia, y falta de aplicación. Esta ocupan los Arciprestazgos de Aranda, Aza y Roa, llamándola por lo común tierra de la Ribera. Contentándose los de este país con solo el plantío y el cultivo de las viñas, en lo que consumen una parte del año, estando lo restante desocupados, sin mas destino ni ejercicio, que visitar las bodegas, de que nacen los vicios, la pobreza y miseria, que es notoria…”.

El Señor Obispo, Don Bernardo Antonio Calderón, persuadió y dio arbitrios a los pueblos, en el año de mil setecientos setenta y tres, para que dejando de plantar viñas, fomentaran la agricultura y sementera, e hicieran plantíos, pero halló en los naturales mucha resistencia, por estar muy gustosos con el trato del vino.

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Escrito enviado por el Obispo de Osma Bernardo Antonio, a todos los párrocos de su diócesis, el 2 de Enero de 1775, para ser leído en las iglesias.

En la de Mambrilla fue leído por el párroco, Don Ignacio de Contreras, el día 9 de Enero de 1775.

Señor D. Ignacio Contreras cura de Mambrilla: Un Noble Patricio interesado en las glorias del Reino, utilidades de los pueblos, y conveniencia de sus vecinos; compadecido igualmente de su miseria; ha compuesto y publicado con orden de Su Majestad; y del Consejo un librito con el título de “Industria Popular”, discurriendo sobre ella cuanto ha tenido por conveniente, y preciso para hacer demostrable su buena intención, en utilidad común de todos los vasallos del Rey nuestro Señor.

Este librito, es el que incluyo a Vmd. con esta,  por ser el Real Ánimo de su Majestad se distribuya a todos los Párrocos, para que por su autoridad, pueda persuadir a sus feligreses lo importante de su contenido. Esta obligación es igual a Vmd. y a mí por la que tenemos respectivamente de solicitar las conveniencias de nuestros feligreses, según nuestras facultades; instruirlos en lo que conviene a nuestra crianza, trabajo, y aplicación con que vencerán la ociosidad, causa de muchos vicios, y el quedar reducidos a el infeliz estado de pobres, mendigos, voluntarios, sin oficio, siendo perjudicial al público, cuando pudieran ser muy útiles en sus pueblos.

En él hallará Vmd. todo fundamento, que le instruya en cuanto sea necesario, pues conviniendo el contenido a el título, hay en él la suficiente noticia de todas las manufacturas, industrias, y destinos en que se puede emplear.

Considero no son iguales todos los terrenos de este obispado, ni en ellos las poblaciones igualmente acomodadas, como los vecinos con uniformes conveniencias; pero también me ha enseñado la experiencia, y el dilatado giro por todo el obispado, que en todos los pueblos respectivamente hay la suficiente disposición, para que sus naturales, y vecinos empleasen el mucho tiempo, que les sobra en el año de sus regulares labores, con lo que pudieran aumentar mas su pobre caudal; criar sus hijos en los correspondientes ejercicios, de forma, que aún de corta edad, fuesen útiles a sus padres.

Raro es el lugar donde sobre la corta labor de tierras, y cuidado de sus pocos ganados, no pudieran adelantar en sementeras de legumbres, cáñamos, linos, y otras semillas, que sobre contribuir a la ocupación en tiempo vago, lo surtirán de lo necesario, y aún con utilidad, que percibirán de los demás en los sobrantes. Esto se facilitará si en los sitios, y parajes acomodados a riego, como hay muchos, solicitasen con la experiencia la utilidad, que se podrá prometer, procurando el mismo tiempo, hacer unión, y recolección de las muchas aguas perdidas, que generalmente se ven en los campos, y términos de cada pueblo, empleando en esta operación aquellos tiempos que son verdaderamente ociosos, y desprecia la desaplicación de las gentes, porque no los han instruido, porque así lo hallaron; porque no lo hicieron sus pasados, que es el común modo de explicarle, y autorizar su desidia, y poca aplicación contentos con la posesión de su miseria.

En otros territorios, tienen los hombres la común ocupación de los ganados trashumantes, carretería, y otros destinos; estando ausentes la mayor parte del año, quedando al cuidado de las mujeres, (según la práctica del país) el de la hacienda, y la labranza; y no siendo para ellas tan acomodado ejercicio, el antes propuesto, pueden no obstante, facilitar otros medios para ocupar el tiempo, que les sobra en aquellos ejercicios propios mujeriles, y otros, que no son violentos, como el tejer, hilar lino, cáñamo, lana, cardarla y disponerla hasta la perfección, de aquellas telas, y géneros propios del País, con los que sin particular costo pudieran muy bien surtir, y socorrer la necesidad de sus familias, inclinando a sus hijos a estos mismos ejercicios, y otros que para ellos son precisos, mas fáciles y acomodados a las cortas edades y disposición; y aún que dirán, que en muchos lugares se ejercitan en estos ministerios para el surtido de sus familias; también es cierto, que pudieran dar mas aplicación aumentar estas tareas, haciendo su producto comunicable a otros pueblos, con que recibieran mas utilidad y destinando sus hijos a estas maniobras fáciles, acomodadas, y nada compatibles con otros destinos, lograban instruirlos desde niños en la aplicación a el trabajo, con conocido beneficio.

Otros terrenos hay donde la mayor frondosidad, y utilidad  de las tierras ocasionaron mas desidia en los naturales, pobreza y desnudez, y necesidad, cuando con mediana aplicación pudieran hallar el útil remedio de su indigencia.

Conténtanse por punto general, con el cultivo de las viñas, en las que solo consumen una parte del año necesariamente; estando lo restante en pura inanición, sin destino, ejercicio, ni empleo de que se ocasionan las desazones, pobreza, y miseria, que es notoria; causando esta desidia tan grande compasión, cuanto es oportuno al país para remediarla, si en los naturales hubiese la debida industria, aplicación, y trabajo, a que convida el terreno.

Sería este por su clima, y calidad de la tierra de los mas abundantes de España, si se destinase a los plantíos, arbolados, y semillas a que es muy proporcionado. No hace muchos años, que en una corta parte, que aún no llega a la legua en cuadro, producía tres mil ducados solo el diezmo de fruto verde, que prestaba, y que al presente no llega a tres mil reales y siendo la extensión de todo el terreno (que por lo referido se conoce es el de la Rivera del Duero, tierra de Aranda y Roa) extensivo a cerca de siete leguas de largo, y mas de cinco de ancho, que sin duda pudiera sacar a los naturales de la miseria en que se hallan la mayor parte de ellos y hacer surtimientos en otros parajes del reino, de todos frutos, que puede producir con su comprensión.

Su calidad es notoria, que solo le falta el beneficio, y cultivo. El clima lo muestra, la experiencia en la producción de los frutos, que por descuido se conservan. Ninguno mas delicado, que el almendro, y ha lugar de otra vecindad donde se diezmaron algunas treinta fanegas, que sola esta cosecha pudiera aliviar al pueblo de muchas necesidades, y al presente son muy pocos árboles los que en el se conservan de esta especie. En otro hubiera sido este año igual, o mayor cosecha de este fruto si se hubiese puesto cuidado en su custodia; pero como se mira con abandono el árbol, sucede lo mismo en el fruto con perjuicio de los dueños, en cuyas posesiones los conserva la casualidad.

De otras especies de frutos, y semillas de igual delicadeza se ven en este terreno algunas cortas porciones, y si estas se conservan, y utilizan sus dueños, parece que no hay razón para que las abandonen, y no las aumenten en las tierras, y parajes, proporcionadas para ellas, como ni para dejar de plantar en otras los árboles, que la misma experiencia les muestra su producción, conservación, y utilidad.

Movido Yo de estas consideraciones por la experiencia del terreno, he proyectado en este año hacer un gran plantío de olivos de todas calidades, en tierras propias de mi Dignidad, con el fin de fomentar en los naturales la inclinación a este fruto tan útil, como escaso en este País, sin reparar en el crecido costo, que desde luego me causa este proyecto; pues considero que mucha parte de el se refunde en ocupar ociosos, que en el tiempo oportuno estarían sin tener en que emplearse. Tengo la confianza de conseguir el fin de mis intentos, por la inclinación, y celo de algunas personas de conveniencias, que se dedican a el mismo fomento y logrando un decente plantío, aunque no sea en todos los pueblos, se asegura para este País el mayor útil, pues sobre el que prestaría la conveniencia de un fruto tan necesario en su casa, y poderlo vender a las tierras y provincias vecinas; acomodará en el cultivo, y otras maniobras hasta su perfección mucha gente pobre, y desvalida, de todas las edades, que la mayor parte del año se está ociosa, y con riesgos que se han referido.

No se han ceñido mis deseos a solo este proyecto, por haberle tenido, y tenerle para otras manufacturas, fábricas, y destinos en que con respecto a otros países se pudiera abastecer este obispado de lo necesario, con mucha utilidad de gran parte de sus habitantes por los destinos que pudiera lograr, y en él su jornal, y salario a correspondencia del trabajo. Habiendo detenido hasta ahora para este efecto la falta de personas, que con satisfacción, inteligencia, y cristiandad pudieran manejarlo; pero los fomentaré por la parte cuanto pueda siempre que halle las referidas personas, a quien poder confiar el gobierno, y dirección de esta industria.

He puesto a Vmd. los antecedentes capítulos, para que vea que no se quedad en sola persuasión mis defensas del bien público, y porque me parece oigo a sus feligreses decir, “que les de el obispo, y el cura con que comer, y trabajar, y luego lo harán”, y no dudando sea a que pueda Vmd. persuadirlos  a que el obispo los atenderá y ayudará, y socorrerá  en cuanto alcance su arbitrio, con instrumentos y dinero, cuando vea en ellos la inclinación, y y que según sus cortas facultades procuren promoverla, sintiendo no tener las necesarias para continuarla; pues, en otros términos sería dádiva infructuosa, cualquiera que se hiciese a este fin con anticipación.
Persuádeme coadyuvará Vmd. a mis buenos deseos; por esto se los propongo con esta extensión, y claridad, dejando a su dirección el modo práctico que se debe tener, según las circunstancias de sus feligreses y reservo para otra ocasión el prevenir a Vmd. lo que me parezca conducente, y pueda aprovechar su celo, y buen ejemplo, según experimentásemos los efectos de lo que por ahora se propone.

Y para que conste siempre de la intención del autor de dicho librito, y obligación que todos tenemos de fomentar su contenido, enterado Vmd. muy bien de él, lo pondrá en el inventario de los bienes, y libros de la  iglesia, para que se conserve, y tengan noticia los sucesores; y esta carta, la leerá a su pueblo, para que sirviendo de primera instrucción puedan ser mas bien recibidas las que Vmd. después les comunique por el mismo libro en las materias de su contenido, que sean adaptables a sus feligreses; y del recibo de esta me dará Vmd. aviso inmediatamente, o por mi Secretaría de Cámara con su parecer, y lo advierta oportuno; pues aunque muchas de las cosas que comprende en su ejecución, sería mas propio practicarlas en casas comunes, o de hospicio, considerando la poca disposición de este país para semejantes destinos, por no haber fondos con que poderlos conservar, y mantener, y en cada pueblo, y aún casa, es en muchos lugares un hospicio por su pobreza; se tiene mas oportuno para su alivio el huso, y ejercicio de los medios propuestos, por los que mediante su aplicación, conseguirían sin duda el remedio de sus necesidades, desterrar la ociosidad, ser útiles al pueblo, y mas dispuestos para servir, y agradar a Dios en sus operaciones.

Su Majestad guarde a Vmd. muchos años. De esta villa del Burgo a 2 de Enero de 1775.

De Vmd. siempre más afecto.

                        Bernardo Antonio obispo de Osma.

 

 

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